domingo, 4 de noviembre de 2007

Felicidad eterna



Siempre pensó que la felicidad no existía, o, al menos, que resultaba imposible que fuera eterna. Era una utopía sencilla de imaginar, una vida que te llena, en la que no existen los problemas, en la que todo el mundo es fantástico, la perfección hecha realidad.
Sin embargo, con el paso del tiempo fue dándose cuenta de que la felicidad la había tenido siempre muy cerquita, e incluso tenía figura humana. Siempre vivió de espaldas a él, su presencia estaba ahí, pero en ningun momento se había planteado tenerle a su lado como algo más, como la persona con la que compartir el resto de sus días. ¿Cómo había sido tan tonta de no darse cuenta de lo que tenía enfrente de sus narices hasta ahora? Soñando con amores imposibles y platónicos, y de espaldas a la realidad. Aquel chico con el que había compartido tantos momentos, tantas cosas, tantas alegrías y tristezas, aquel chico que la amaba casi desde el principio de los tiempos, permanecía a su lado siempre sin que ella apenas le sintiese. Sigilosamente, se había ido colando en su corazón, y ella no se había dado cuenta hasta ahora.
Descolgó el teléfono con el corazón desbocado por la emoción, dispuesta a invitarle a un café. Ya era hora de empezar a ser felices. Una voz al otro lado respondió, tras haber visto el número de ella:
-Hola preciosa.
Ella casi sintió desfallecer de emoción y de amor.
-Hola. ¿Te parece que te invite a un café esta tarde? A las 7, donde siempre. Necesito verte más que nunca.
-Vale, perfecto, pero...¿Sucede algo?
-Luego hablamos. Un beso, mi amor.
¿Mi amor? ¿Había dicho mi amor? Casi asustada al oír su propia voz, al escucharse pronunciando esas palabras que nunca jamás había dicho a otra persona, colgó apresuradamente. Al otro lado del teléfono, un chico con una sonrisa imposible de borrar de su rostro permanecía boquiabierto intentando asimilar lo que acababa de oír.
Ella comenzó a vestirse con sus mejores galas, no quería que nada fallara, que nada estropease su momento de gloria. Al mismo tiempo, él hacía lo mismo, con los nervios a flor de piel. No podía creerlo, ¿sería real? Las palabras de ella parecían claras por teléfono.
A las 7 en punto llegaron los dos al punto de encuentro, el mismo sitio donde tantas veces habían quedado, donde tantas historias habían compartido, donde tantos besos habría deseado él poder robarle a ella. Al fin, la espera parece que daba sus frutos.
Ella estaba más radiante que nunca, con mucha diferencia, con aquel vestido que parecía sacado de una película, y lo mismo pensó ella de él. Al cruzarse sus miradas, ambos supieron que estaban hechos el uno para el otro. En realidad, lo supieron desde hacía tiempo, pero ella no había querido darse cuenta hasta ahora. Había llegado su momento,los planetas estaban alineados para que su felicidad fuera eterna. Dos corazones unidos desde el principio de los tiempos, que sellaban esa unión con el beso más bonito y apasionado que jamás habían dado.
Al fin, empezaba su felicidad, una felicidad que prometía ser eterna. Un amor duradero, que llegaría hasta el fin de los tiempos.