
Aquel día decidió sentarse al piano que tantas veces le había alegrado el día, aquel que parecía el único capaz de rendirse a sus caricias, recompensándola por ellas con una dulce melodía. Tras años de clases de piano era ya una experta, pero algo había frenado su pasión por el piano y por la música en general...Ahora se sentía preparada para retomar esa vocación casi innata, pero una vez más al sentarse en la banqueta su corazón empezaba a latir con más fuerza, recordando momentos pasados que se agolpaban en su mente.
Sin embargo, su curiosidad por esas notas, por volver a escuchar esa dulce melodía la obligaban a intentar seguir adelante, luchando contra los recuerdos que la invadían cada vez que intentaba simplemente rozar las teclas.
Cerró los ojos intentando contenerse, pero las lágrimas acababan saliendo siempre. No lograba olvidar su voz, aquella cálida voz que acompañaba a la dulce melodía. Una simbiosis perfecta que parecía imposible de romper. Abrió los ojos y miró el reloj que había enfrente del piano. Las 6 en punto. La hora a la que solían empezar sus ensayos, la hora que ambos ansiaban desde el primer día. Una voz y un piano, un hombre y una mujer, una melodía perfecta que invadía siempre la habitación, una especie de aroma intenso que flotaba como si de una hoja impulsada por el viento se tratara...
¿Qué quedaba de todo aquel tiempo, de aquella maravillosa voz, de aquel hombre que consiguió cautivarla? Recuerdos, simplemente recuerdos de tiempos mejores...De un tiempo en el que las notas musicales eran sólo un complemento a su felicidad...Una manera de adornar su vida, que tras la marcha de su chico se convirtió en un sentimiento demasiado fuerte al que no era capaz de enfrentarse. Pero el día había llegado, sabía que era hora de superar todo el sufrimiento, de hacer caso omiso a las lágrimas que le impedían leer con claridad la partitura que tenía delante de sus ojos. Apartando de su cabeza los tristes pensamientos que la perseguían, acercó un poco más la banqueta al piano y empezó a tocar aquella famosa melodía que años atrás ese chico de voz profunda y corazón de oro había cantado con el mismo sentimiento con que ella le miraba a los ojos cuando estaban a solas.
Embargada por estos recuerdos y sentimientos, comenzó a acariciar las teclas con dulzura, y comenzó el piano a emitir aquella triste y nostálgica melodia que un día cantada por una voz, la hizo sentir la mujer más feliz sobre la faz de la Tierra.